martes, diciembre 05, 2023

La Moratoria

Efrasio y su hijo Avicena estaban en un viaje interestelar que aunque no los había estrellado letalmente contra ningún meteorito u otro objeto celeste, sí que había salido horriblemente mal. Se supone que tenían previsto transportar a miles de pasajeros que debían recoger en el sistema solar Amil C. Pero en el transcurso de que tuviese lugar el deseado evento, sucedió algo imprevisto. Se habían desplazado muy lejos para llevar a cabo un cabotaje muy especial, y era la primera vez que Avicena participaba en una aventura de esta categoría. El chico debía tener unos dieciséis años y según las leyes educativas de la época, la prioridad era su vocación, por tanto, se le permitía pasar a realizar actividades de seguimiento de profesionales veteranos para después de unos años, volver a estudiar teoría y obtener su título de oficial de astronomía. Avicena había nacido en las inmediaciones de Próxima Centauri. No había conocido el planeta Tierra. Hacía muchas generaciones que su familia había dejado atrás el sistema Solar primigenio. La historia humana seguía hacia adelante, pero más allá de los confines del Sol y sus planetas. Al fin, la simiente humana se había podido desligar de su jaula de oro, de su nido primordial, para poder adentrarse por el oscuro espacio interestelar de la Vía Láctea.

Padre e hijo se encontraban bastante perplejos ante la situación. Acostumbraban a hablar de ciencia y filosofía, y debido a que al fin y al cabo, vivían en una nave espacial, tenían mil y una ocasiones para encontrarse en medio de largas tertulias, mientras se dirigían a recoger a los pasajeros que les esperaban a varias horas-luz de distancia. Había en efecto, mucho tiempo para intercambiar ideas, pero sobre todo, para realizar observaciones astronómicas alucinantes, por el espacio interestelar. La gigantesca nave, que tenía varios kilómetros de largo, llevaba incorporada una gran tecnología para poder acumular datos de aquella región del espacio. Ellos estaban encargados de asegurarse que todos los instrumentos hacían su trabajo, los cuales  eran controlados remotamente por un ejército de astrofísicos del Instituto de Astronomía de Andalus, la ciudad de donde procedían. 

Las más recientes discusiones entre padre e hijo estaban relacionadas con la expansión del universo y la posibilidad de que algunos retazos de esa inflación que ha experimentado el cosmos en sus momentos iniciales, pudiese haber generado algunas anomalías locales y otras de más largo alcance que fuesen responsables de su accidentado viaje. Pero Avicena era extremadamente inteligente, y tenía sus propias preocupaciones científicas. Como muchacho atrevido, hoy le había preguntado a su padre qué pensaba sobre la existencia de vida humana en otros planetas desconocidos. Efrasio le contestó con gusto, siempre orgulloso de que su hijo tuviese curiosidad y la expresase abiertamente:

-Creo que en relación con lo que hemos estado hablando, el universo es o puede ser, un lugar isótropo, es decir, es igual por todos lados, independientemente de a dónde mires, todo es exactamente igual. Por lo que respecta a la existencia de vida, a grandes rasgos y siguiendo la lógica de la materia y los fenómenos físicos, si hay vida, entonces la debe de haber por todos lados donde haya materia. Debe de encontrarse en todas las direcciones, allí donde haya planetas y soles, y yo diría que de la misma forma y manera en que se nos presenta a nosotros...

Avicena se quedó pensativo, y después se le ocurrió imaginar todo tipo de variantes humanas, asunto que no pudo contener y tuvo que compartir con su padre...Efrasio le contestó de una forma proporcional y contenida...

-En efecto, puede que haya seres como nosotros con cuatro brazos, o mujeres con seis pechos, pero esencialmente eso no cambiaría nada. La arquitectura fundamental debe ser la misma. Igual que las estrellas, los planetas y las galaxias responden a los mismos parámetros y procesos subyacentes...allí donde mires, todo lo que ves, debe de estar fabricado de la misma manera...Por otra parte, y saliendo por peteneras, te diría que incluso en nuestra cultura antigua ya se adelantaron a todo eso de la diversidad biológica, aunque a lo mejor fuese una forma hiperbólica de entender la epopeya humana...según parece, los gigantes llamados Hecatonquiros que defendieron a Zeus contra Cronos, tenían cien brazos y cincuenta cabezas...y no me voy a extender en mencionarte los muchos personajes mitológicos que conoces de sobra, mitad hombres, mitad caballos o cabras...En cualquier caso, esto lo digo porque creo que quizás sean formas inconscientes de reflejar a través de la psique colectiva, una dinámica cósmica pero en versión terrícola. 

Avicena ignoró la parte más pedante narrada por su padre, y se enfocó en lo que le interesaba -Pero papá, eso significa que somos más vulgares de lo que pensamos....

-Efectivamente, y ¡qué observación tan brillante! En cualquier caso, es muy posible que a nadie le apetezca pensar mucho en eso. Tiene que ser bastante desagradable para la mayoría, sentir que su propia existencia es vivida exactamente igual, por seres que experimentan las mismas emociones que nosotros, en miles de millones de partes del cosmos, miles de millones de planetas...¡qué vulgaridad!...

-Es verdad, no suena nada apetecible pensar, que en realidad los humanos seamos criaturas abundantes, como átomos de hidrógeno, e indistinguibles los unos de los otros. Es decir, que nuestra vida pueda no ser especial de ninguna de las maneras...-Avicena se quedó absorto, asombrado de la agudeza de sus propios pensamientos.

-Efectivamente hijo...pero muy a pesar de eso, nos sentimos únicos e importantes, y lucharemos contra el hecho de que no seamos más que clones, por siempre jamás. A propósito de cuestiones peliagudas. Como ya sabes, el ordenador científico ha arrojado una serie de conclusiones respecto a lo que nos ha ocurrido...nos hemos perdido tras sufrir una leve turbulencia y creo que va a ser momento de que hable con el resto de la tripulación, porque de momento somos nosotros los que sabemos lo que ha pasado, pero el resto de la tripulación está en Babia. He pensado en que hagamos una reunión mientras almorzamos con los oficiales. ¿Quieres estar presente?

-De acuerdo papá.

-Además hay algo adicional que contar, pero que no te he revelado todavía. Creo que te va a gustar bastante, pero me la quiero reservar para cuando hablemos a la tripulación...

A Avicena se le iluminaron los ojos....se quedó absorto, tratando de imaginar qué podía ser...Pero tendría que esperar un poco. Tras varias horas, terminaron las labores de mantenimiento de los aparatos astronómicos y se fueron al salón comedor donde Efrasio había convocado a los oficiales de abordo. Había un oficial por cada departamento, de modo que se encontraban en una mesa redonda de veinte comensales y una mesa igual pero más pequeña de unos diez ocupantes, para los jóvenes que quisieran escuchar la discusión. Todos eran hijos de los oficiales o bien familiares indirectos. Efrasio habló en andaluz para todos, ya que el castellano era la lengua internacional espacial. Todo el mundo entendería el andaluz...era el inglés neyorquino del mundo moderno. 

-Queridos compañeros, os he convocado esta tarde para daros la última estimación del ordenador astronómico. Antes de daros las noticias he tenido una reunión bastante larga con los científicos de mi departamento, con los que he discutido en profundidad los datos, hasta que todos hemos alcanzado un consenso. Han sido muchas horas de trabajo, bajo presión y mucho nerviosismo como podéis entender. Todos estamos muy confusos. En cualquier caso, quisiera definitivamente afirmar que hemos experimentado una especie coletazo errático inflacionario que localmente, es decir, por donde pasábamos en ese momento, nos ha lanzado a una región extrema del cosmos a la que no es técnicamente posible llegar por medios humanos. Hemos tenido que viajar a velocidades superiores a la de la luz, por un estiramiento anormal del espacio, lo que nos ha hecho caer por la cuneta, por decirlo así, y derrapar hasta un paraje por completo desconocido. Estamos literalmente en la vecindad de una estrella muy parecida al Sol, lo cual no es nada de extraño, ya que el Sol es una estrella bastante común, como sabéis. Lo único de peculiar es que hemos estimado su edad, y al parecer está en un periodo crítico, en el que puede que experimente una expansión inesperada en cualquier momento y absorba a todos los planetas circundantes. Curiosamente, estamos muy cerca de uno de esos periodos críticos...y para colmo creemos que hay vida en el planeta que tenemos a unos días de distancia. Os pido permiso para realizar una exploración del mismo, ya que es la primera vez que la humanidad se enfrenta al potencial encuentro con otras formas de vida. Hemos visitado muchos mundos en los últimos miles de años, pero nuestra civilización humana nunca había encontrado nada parecido, según indica el ordenador. Hace siglos un físico llamado Alcubierre, ya predijo la posibilidad de viajar a velocidades hiperlumínicas, pero sus elucubraciones se consideraron ciencia ficción...

-Doctor Efrenio, disculpe mi interrupción. Creo que lo que comparte con nosotros es sin duda un hallazgo científico sin precedentes, pero como capitán de esta nave, entienda que me siento abrumado al saber que estamos más allá de las cartas astrónomicas, en un posible universo paralelo donde la luz de nuestra galaxia nunca ha llegado, ni llegará jamás. Creo que es momento de llorar y tomar consciencia de que nunca volveremos a ver Próxima Centauri, La Tierra o ni siquiera a nuestros seres queridos. Honestamente, creo que no nos interesa lo más mínimo el conocer a otras formas de vida, o lo que quiera que exista ahí abajo...-Su tono de voz se fue quebrando conforme iba hablando y el capitán Gastón Faubert, de origen argentino, tuvo que parar de hablar debido al torrente de lágrimas que asomaban por sus mejillas, y el nudo que se le había formado en la garganta.

-Tiene usted razón señor Gastón. Lo siento mucho, creo que he ido demasiado rápido. Quizás debemos de tomarnos las cosas un poco más despacio. En cualquier caso, solicito permiso para reunirme con los oficiales de mayor rango del ejército, de psicología, medicina y de astrobiología para planear una visita al planeta. Por cierto, si no os importa, he bautizado al planeta con el nombre de Barbate. Un pueblo del sur de Andalucía, la Andalucía de nuestros antepasados...Todos aceptaron la propuesta. Psicología sabía de antemano las intenciones del doctor Efrasio, pero hubo que aparentar cierta espontaneidad...

Hicieron una votación y se aprobó la preparación de un contingente excepcional de exploración de Barbate. También se aprobó un plan para informar a la tripulación de la situación, con psicología tomando el mando del plan y otro plan para estudiar la posibilidad de analizar con detalle las ondas gravitatorias locales con el objetivo de un posible retorno al punto de partida, con el liderazgo de los astrofísicos.   

La hueste elegida, consistía en un grupo heterogéneo de robots, ciborgs, militares, científicos y oficiales médicos. Descendieron en varias naves que llevaban armas pesadas y escudos electromagnéticos. Lo que encontraron les hizo palidecer. Todos llevaban cámaras insertadas en sus cuerpos....con lo cual Efrasio y Avicena tenían un seguimiento directo 24/7, de las aventuras del equipo explorador. 

Los astrónomos de la nave se encerraron en su departamento, con toneladas de alimentos y mantas, creando una especie de pequeño búnker que pronto apestaría a tigre, como es lógico. No querían abandonar las pantallas. Sentían que iban a dejar a sus compañeros abandonados si no tenían contacto visual constante con ellos. Avicena estaba alucinado....Los exploradores liderados por los inmortales robots y los ciborgs, iban abriendo camino. Todo parecía extrañamente familiar. Plantas que parecían árboles o hierba. Bosques, lagos y mares. Cielos azules y nubes blancas. Pronto aparecieron aves y animales que pastaban o que parecían predadores. Después de varios días sin grandes incidencias decidieron hacer un campamento más estable y con estrictas medidas de seguridad. Se apostaron allí y dejaron que los ciborgs ampliaran el radio de exploración. Varios grupos biónicos se dirigieron a los diferentes puntos cardinales partiendo del campamento. La nave nodriza había lanzado varios satélites y cientos de drones, para cubrir por GPS la actividad de los exploradores en todo momento. De ese modo, y cubriendo todas las eventualidades, al fin hicieron contacto con inteligencias extraterrestres...El niño se acordó de las sabias palabras de su padre...un mundo isotrópico, igual al norte, que al sur, que al este o al oeste.

Fueron momentos apoteósicos. Increíble para todos y cada uno de ellos. Tanto los de la nave nodriza como los del campamento base. Los ciborgs tomaron posiciones a varios kilómetros de lo que parecía una aldea y unos habitantes de la misma totalmente sedentarios. Tenían animales para pastoreo y terrenos de cultivo. Recintos amurallados, escasa tecnología y una vida más bien ruda, pero atemperada por emociones y sentimientos propios de un espíritu humano...Fue una especie de extraño espejismo. Los humanos sólo habían visto la vida de la Edad Media de la Tierra en las películas y aquello era como una vuelta al pasado...una extraña vuelta a un pasado que podían ver y oler. 

Los ciborgs hicieron de perfectos ojeadores. Tomaron notas detalladas de los hábitos y cultura de los humanoides que poblaban aquella aldea y reportaron con fidelidad todo lo que vieron sus avezados cerebros electrónicos. Posteriormente, hicieron contacto con más aldeas y áreas urbanas, pero dado que aquél grupo fue descubierto primero, decidieron poner todo su esfuerzo en estudiarlos a ellos con más ahínco. Aquello parecía definitivamente un viaje en el tiempo, lo cual creó una gran confusión y extraña angustia en todos los hombres. No sabían si quizás estaban en la Tierra, aunque realmente no tuviese ningún sentido pensarlo. En sus mentes era imposible concebir el volver al pasado exactamente en su propio planeta de origen, cuando en realidad lo que habían hecho era alejarse muchísimo en el tiempo y el espacio. Pero la confusión los llenó de dudas y disforia. 

Tras varios meses de observaciones con las cuales habían analizado las características anatómicas, funcionales y psicológicas de aquellos seres, los humanos decidieron acercarse ellos mismos al pueblo, pertrechados con trajes especiales y bajo la celosa protección de sus robots. El aire era respirable, pero se mantenían aislados por cuestiones de seguridad microbiológica. De modo que si salían al exterior iban enfundados en unos equipos que a parte de ser perfectamente estancos, creaban una total transparencia, lo cual los hacía completamente invisibles para los ojos de las criaturas autóctonas. De este modo, los ojeadores humanos se infiltraron como espías de otra dimensión en las vidas de aquellos pueblerinos....Lo que veían y escuchaban no dejaba de sorprenderlos. Cada día suponía el registro y la constatación de la universalidad de la Historia. Cada hallazgo era cotejado por los equipos multidisciplinares de la nave nodriza, que aunque no eran ni mucho menos antropólogos o expertos en ciencias humanas, se documentaron con las bases de datos disponibles para cotejar los hallazgos empíricos con sus enciclopedias. Todo sucedía tal y como se narraba en las bases de datos. Avicena no salía de su asombro. Los niños de la aldea eran una delicia de observar. Los adultos, con sus rituales y rutinas suponían un disfrute y un contínuo reto moral a los silenciosos observadores, por muchos motivos. Sus enfermedades, disputas y tragedias eran vividas, necesitando una gran dosis de autocontrol. Espiarlos suponía crear una experiencia para la cual ninguno se había preparado, ni siquiera los psicólogos. Averiguar sus intimidades, desvelar sus mentiras y engaños, era como levantar la última barrera de la mente humana a su propio autoconocimiento. 

Al cabo de un año, todos sentían un gran cariño por los aldeanos. Era difícil no entrar a interactuar con ellos. Tanto los exploradores como los de la nave nodriza los veían ya como si fueran sus tatarabuelos, o como si fueran personajes de cuento que habían decidido materializarse en un parque temático. Habían estudiado al detalle su lenguaje y podían traducir al instante su lenguaje oral. Dada la falta de peligros significativos y bajo el control robótico, todos los de la nave pudieron hacer visitas y después retornar sanos y salvos a la seguridad de la nave nodriza que orbitaba fielmente alrededor del planeta Barbate. Descender al planeta era como ir a las vacaciones más increíbles jamás soñadas. Y más aún para el joven Avicena y sus amigos adolescentes. Después de estudiar la aldea, a la cual llamaron "La Viña" por los viñedos que tenían, visitaron muchas otras aldeas e incluso ciudades. El planeta Barbate había abierto los corazones de los hombres del espacio a un nuevo modo de concebir la realidad. Aún así, supieron contenerse y no dejarse llevar por los impulsos. Hubo muchas discusiones de carácter ético en cuanto a los derechos que podrían tener o no tener de interferir, biológica, psicológica y culturalmente con aquellos seres extraterrestres.

Entre tanta emoción, papá y Avicena, como buenos astrónomos, acabaron recordando que debían de retornar a comerse el coco con el asunto de la extraña causa que los propulsó a velocidades hiperlumínicas más allá del universo conocido. Efrasio y el equipo, tras varios meses de obsesión por aprender de Barbate, fueron retornando a sus estudios y cálculos que les permitiese entender las causas de su viaje por el espacio-tiempo. Hicieron un acuerdo con los demás departamentos de reunirse periódicamente para informar de los progresos. Los psicólogos habían recomendado que era necesario proporcionar medios para gestionar el impasse existencial en el que se veían inmersos y para ellos el primer paso era normalizar su situación dedicándose a observar el microcosmos humanoide de Barbate. Pero no debían quedarse estancados en eso. 

-Papá, supongo que vas a dar tu próximo informe ya mismo. Me pregunto si me puedes dar un adelanto. Estoy preocupado con todo lo que está pasando. Tengo sentimientos encontrados, ¿sabes? No sé si deberíamos quedarnos aquí y mezclarnos con esas gentes. Podríamos ayudarles y hacer sus vidas más fáciles. No sé, ¿tú qué piensas?

-Hijo, la verdad es que planteas algo tentador sin duda alguna. Pero lo que tengo para compartir no trae más que confusión a la ya difícil situación...la estrella que calienta a Barbate va a experimentar una expansión importante, en los próximos meses. Está llegando a un punto de inflexión que supone el fin de Barbate tal y como lo conocemos. Notamos grandes cambios en la actividad de la corona y en capas inferiores que nos dicen que la catástrofe es inminente...

-No puede ser...todo nos pasa a nosotros...nos perdemos en el espacio, nos encontramos con gente a las que no podemos hablar, ni relacionarnos con ellas y ahora que les tenemos cariño van a ser achicharradas por un mezquino sol moribundo y egoísta...-Avicena rompió a llorar con la mirada perdida.

-Lo siento Avicena -dijo su padre con voz temblorosa- yo tampoco lo entiendo. Tengo más noticias sobre las anomalías inflacionarias del espacio que pueden clarificar algo de lo que nos pasó al llegar aquí, pero esto que te cuento es más urgente....creo que es todo lo que debo de divulgar por el momento. 

-Vale papi, si quieres háblame sobre lo que has encontrado. Tengo la impresión de que te vas a referir al comienzo del universo para explicarme lo que nos ha pasado...

-Hijo eres un as. Es cierto, tengo que hablarte sobre el comienzo del universo... Cuando el universo se formó, el nivel energético era tan grande que quizás aquello se parecía bastante a lo que ocurre en los modernos aceleradores de partículas...las cosas se manifestaban de forma que la gravedad y los estados cuánticos estaban más integrados. Quizás haya habido burbujas de ese estado inicial que no hayan acabado de evolucionar como el resto de las regiones, y nos hemos tropezado con algún área del universo todavía bastante cargado de energía primigenia, quizás en forma de energía oscura. Esa región particularmente activa ha podido cogernos a nosotros por medio, justo cuando ha experimentado un estirón....lo mismo hemos sido nosotros los que lo hemos alimentado con el gran tamaño de nuestra nave y su poderoso campo magnético. Para explicarte de forma simple lo que ha podido pasar te doy el ejemplo de la superficie de un papel, como el espacio de referencia donde vivimos. Ahora coges ese papel y lo doblas y doblas, como cuando hacemos un origami. En realidad estás creando un cuerpo de tres dimensiones, con un objeto de dos dimensiones. El moverte a través de ese espacio bidimensional, no te permite ver el camino que tomas a través del cuerpo tridimensional, pero si por la razón que fuese, por esa extraña cantidad extra de energía que se encuentra concentrada en alguna región del espacio, se uniesen algunos puntos de esa superficie doblada, puede que apareciéramos en un punto geográfico muy apartado de nuestra geografía original, aunque en realidad, desde el punto de vista del cuerpo tridimensional, estuviésemos más o menos por el mismo sitio. No sé si me explico...Eso me lleva a tener que buscar otra área de gran energía para retornar a un punto geográfico similar por el cual llegamos hasta aquí. Tenemos que afinar con nuestros detectores de materia oscura si queremos volver a casa...pero esto supone hacer un experimento que puede poner en grave peligro la vida de los tripulantes de ésta nave...

-Me parece una idea bastante sensata papá, vale la pena arriesgarse. Creo que te entiendo perfectamente. Estás hablando de una anomalía que se muestra a través de un fleco del espacio-tiempo que desafía la teoría física. Es normal que debe de haber algo que corrija las expectativas normales, puesto que lo normal no sirve para explicar la física que conocemos. Disculpa mis digresión, pero en realidad eso no es lo que me preocupa, porque confío plenamente en tí. Mi preocupación es, que si hemos conocido a la gente de esa aldea, y sabemos que su sol va a crecer y crecer hasta freir Barbate y carbonizar a esos amigos galácticos sin que jamás tengan oportunidad de escapar, sería una pena que no pudiéramos llevárnoslos de aquí...papá. 

Avicena había estado observando desde hacía meses y con la ayuda de los ciborgs, el comportamiento y la vida de un niño y su padre. El los había bautizado con nombres propios, como si los conociera. Al niño lo había bautizado como Yénego y al padre Galín, basándose en la fonética natural de los lugareños. Avicena había aprendido mucho sobre la vida y la cultura de Yénego, pero no se daba cuenta que lo observaba en silencio, como un fantasma que a través de tecnologías incomprensibles para los aldeanos, y que en realidad por motivos paralelos a lo que sucedía a nivel físico, las leyes psicológicas habían traído a juntar dimensiones y mundos, por plegamientos que la misma naturaleza y sus caprichos pueden permitir, pero que quizás, son realmente ominosos y difíciles de comprender. Efrasio se dio cuenta de dichos peligros, y consultó con el departamento de psicología acerca de la profunda obsesión de su hijo con Yénego y Galín. Uno de los psicólogos jóvenes, llamado Habi, que en realidad cuidaba ya de Avicena, se interesó por la situación, y estableció un seguimiento particularmente cercano del muchacho. Efrasio, en su capacidad racional, vio para su asombro un caleidoscopio de observadores y observados, que le produjo un cierto grado de niebla mental y confusión. Pero quizás no había vuelta atrás. 

-La mente está programada de tal manera, que somos presa de paradojas que debemos de aceptar. Esto se decía Efrasio a sí mismo para contener su emociones. Habi percibió junto con Efrasio, que dichas paradojas parecían estar escritas dentro del mismo código fuente de la mente y del universo. La geometría del afecto llevaba a Avicena a amar a Yénego, aunque sus mentes fueran islas lejanas. 

En su inmensa ignorancia, Yénego vivía en términos terráqueos en algún punto entre la Edad Antigua y la Edad Media, no importaba si mil años más o menos. Era una edad remota, inaccesible, quizás insoportable para una mente super-avanzada y desligada de las propiedades fisicoquímicas de la naturaleza desnuda. Avicena en cambio, nunca había estado en contacto directo con un bosque, o un lago. De hecho, aunque había estado allí mismo, entre las praderas y estepas de Barbate, seguía enfundado en su traje protector, entubado para filtrar microorganismos nocivos y evitar cualquier peligro. Jamás había acariciado a un perro lleno de pulgas, ni había contraído enfermedad alguna. El frío nunca le había mordido las orejas, y las heridas nunca se le habían infectado...Quizás hubiese una barrera infranqueable para establecer una posible amistad o relación con Yénego, pero paradójicamente, la relación existía de algún modo y para Efrasio y Javi, esa era un aspecto desquiciante de sus realidades. En verdad, todos los implicados se mantenían dislocados en los bordes de sus propios sistemas de referencia. Asomados a la frontera de la ciencia, cada uno desde un ángulo, los protagonistas de esta historia estaban al filo de ver qué había más allá. Si el universo era uno, debería de existir una sola verdad subyacente, o al menos eso pensaban. 

Habi y Efrasio debían de responder al ansioso deseo de Avicena, y el tiempo iba en su contra. Analizaron la situación y encontraron graves problemas con los que lidiar. Llevarse solo a unos cuantos aldeanos sería muy traumático para ellos y aunque fuera la aldea entera la que decidieran traer a la nave, todo constituiría un rapto o secuestro horripilante. Se verían como víctimas indefensas, incapaces de comprender porqué motivo eran sustraídos de su mundo y llevados en un carro celestial hacia el foso más profundo del cosmos. Tardarían décadas en vislumbrar las razones más simples por las que se encontraban en manos de una civilización superior. Y su posible asimilación cultural podría dejar marcas y trastornos indelebles en aquellas criaturas...Prolongar sus vidas con una moratoria de esa clase, quizás no fuese una solución...¿o sí? ¿Era eso peor que dejarlos morir? ¿Acaso debían jugar a ser dioses, o deberían comportarse como humanos y llevarse a todos los que pudiera acoger la titánica nave nodriza? Ahora quedaban sólo semanas para que el sol explotara arrasando todo el sistema de planetas. La nave tendría que partir de inmediato para no ser alcanzada por el avance frenético de una estrella en expansión. Durante los últimos días antes de alejarse de Barbate, tuvieron la suerte de encontrar las ecuaciones adecuadas para explicar cómo pudieron llegar allí, lo que les permitió trazar un plan de retorno. En esos momentos de gran ansiedad, el consejo de especialistas y oficiales se reunió, ésta vez sin los jóvenes. Tomaron un decisión firme y unilateral.  




jueves, noviembre 02, 2023

La Respuesta

Para Hakim, el mundo era un lugar insuficientemente bello por decirlo de forma ladina. Quizás el orbe estaba demasiado recargado de eventos y de escenarios difíciles de tolerar para él. La gente hablaba demasiado o quizás demasiado alto. La luz era cegadora, los colores estridentes y los olores penetrantes. Era un joven abrumado por la vida, por sus propios sentimientos. No se sabe si es que era de los que miraba al sol de frente, o es que había nacido para vivir entre las sombras.

Por eso había pasado de estar jugando con los otros niños todo el día, a ir perdiendo el interés. Casi sin darse cuenta se fue dedicando más y más a leer o incluso a escribir. Con los años, que volaban raudos, su afición por lo estético y lo armonioso fue creciendo, y el tiempo dedicado a la contemplación fue ganando espacio en un estilo de vida cada vez más dominado por el distanciamiento de lo inmediato y lo fugaz.

A veces se le podía encontrar en la mezquita, rezando solo, bajo la protección de un profundo silencio y el enorme laberinto de columnas y arcos que lo defendían de un mundo exterior cruel y muchas veces incomprensible. Le gustaba ir vestido de un pulcro blanco, lo cual contrastaba a la perfección con su cabello azabache y sus brillantes ojos verdes. 

Un amigo de su padre le consiguió un trabajo en el zoco de la ciudad, donde podría ganar algo de dinero. Aunque el lugar era hermoso, lleno de color y emociones, Hakim sufría al tener que soportar el griterío y el caos propio de un hervidero de vida como ese. Escondía bajo las cajas y sacos de especias sus preciados escritos y libros de dibujo a los que dedicaba todo el tiempo que podía. En su fuero interno, estaba ilusionado con poder algún día dedicarse a dar clases en la gran biblioteca y conocer a los sabios que venían de todo el Islam, para poder aprender un lenguaje nuevo o acceder a libros secretos e importantes. 

Una mañana se disponía a desplegar su puesto de venta, cuando un señor mayor se aproximó a él. Era muy temprano, y no era normal tener un comprador antes de prepararlo todo. El hombre debía ser extranjero porque hablaba árabe en lugar de romance andalusí. Tenía una planta soberbia y una voz quebrada, le dijo que necesitaba varias bolsas de frutos secos, hierbas frescas y especias y las quería preparadas para más tarde. Hakim obedeció sin rechistar, perplejo ante su inaudito cliente. Le pareció una persona misteriosa y de modales exquisitos. Conforme los viandantes y compradores fueron inundando el zoco, y la mercadería estaba ya a la vista, se fue sintiendo más ansioso a la espera de la vuelta a del hombre. Los vendedores parlanchines y la mezcla de olores y sonidos le mareaban ese día más que nunca. Siempre anhelaba tener un poco de paz, pero curiosamente, mientras aguardaba al misterioso caballero, decidió rezar agradecido al recordar que todos los días ahorraba un poco de dinero y al mismo tiempo ayudaba a sus padres. 

Cuando el señor apareció, el pedido estaba convenientemente preparado. Ahora Hakim se percató de lo alto que era y del efecto tan elegante que sus largos brazos y piernas creaba en sus gestos y movimientos. Los dos mostraron un interés mutuo. El hombre se llamaba Jalid. Y al hablar pausadamente con el joven, le pareció un crío muy noble para ocuparse de un trabajo tan mundano. Se sintió turbado por esos pensamientos y quiso saber más sobre él. Jalid era originario del El Cairo y estaba en Al Andalus para estudiar todos los libros de botánica que se encontraban en la biblioteca de la ciudad. En su conversación advirtió el talento del muchacho y lo convenció para que le enseñara sus trabajos. Jalid quedó impresionado por los escritos y dibujos del joven. El magnetismo entre ambos creció desde ese momento y ambos emprendieron una buena amistad. 

Semanas después, Jalid presentó a Hakim al bibliotecario principal, el cual también gozó con la vista de las maravillosas e intrincadas imágenes que el niño hacía crecer por sus cuadernos. Estaban repletos de plantas de todas las formas posibles. Se le ofreció un puesto de escribano y dibujante de incunables andalusíes. Su tarea iba a ser el copiar y mejorar con la ayuda de sus dibujos, todos los papiros y documentos escritos de la antigüedad que estaban en posesión de la biblioteca. Desde entonces, Hakim dedicó toda su atención a la preciada tarea de cultivar iniciales, letras, palabras y frases adornándolas con maravillosos motivos florales y colores que podían revivir las ideas de los mejores y más remotos sabios que la Tierra había dado a luz. 

Entregado a su sagrado ritual de dibujante y amanuense, se convirtió en el hombre más feliz del mundo. Jalid encontró un fiel amigo y dedicado estudioso de las artes plásticas. Ambos iban a rezar a la mezquita, siempre de blanco. La gente llegó a pensar que eran padre e hijo.

Un día se anunció la llegada de Ibn Arabi a la ciudad. Fue una noticia muy especial, digna de celebración por parte de los amigos y varios allegados de la gran biblioteca. Desafortunadamente, esto no fue bien recibido por algunos, porque el místico y sabio era demasiado laxo para el gusto de la mayoría. A partir de ahí, comenzaron a haber tensiones y roces entre Hakim y los demás. Meses después del anuncio apareció el sabio por la ciudad. Al fin acudió a la biblioteca ante una gran expectación. Le acompañaban varios hombres santos, y pudo dar varias conferencias entre los miles de códices y entre cientos de espectadores, que quedaron igual que Hakim, prendados con su iluminadora visión del Cosmos y la posible misión de los humanos en dicho espacio. Después de tal trascendente aprendizaje, las ideas y palabras del maestro rebotaban en la imaginación del joven como un eco eterno. El amor lo empapó por completo, como una lluvia torrencial, implacable. Se sintió pleno, inseminado de un afecto supremo, celestial, algo nunca antes visto o sentido por su espíritu. Su corazón se sintió liberado, descubierto al fin. Sintió su alma desnuda, a la vista de todos. Sin embargo, tras ello se notó a si mismo algo resquebrajado y mustio, especialmente ante la inminente partida de Ibn Arabi. Anticipando una catástrofe, le suplicó acompañarlo junto a los otros hombres que hacían de cortejo. Curiosamente, en su continuo devenir, Ibn Arabi marcharía pronto a El Cairo. Para Jalid era una oportunidad para volver a casa supervisar el progreso de sus negocios, y al mismo tiempo llevar al muchacho con él, y ayudarle en el viaje y la estancia en una ciudad nueva. Al fin y al cabo, Hakim jamás había cruzado las murallas de Qurtuba. 

Recorrieron la costa africana en barco, y semanas después arribaron al fin en el destino. La experiencia fue agotadora, pero también un giro total a su forma de entender el mundo. Todo era diferente, pero reconocía que desde que Ibn Arabi llegó a su vida, se tornó más maduro y su personalidad más retraída y ascética. En la distancia empezó a captar un profundo dolor tras haber dejado atrás a su familia, a su ciudad, y todo lo que conocía. La ansiedad le podía, a pesar de gozar de la protección de Jalid y todo eran preocupaciones ¿Qué haría ahora sin su metódica entrega al dibujo y la escritura? ¿Cómo podría vivir sin el silencio y la quietud de la atmósfera de la biblioteca más grande del mundo? El vacío y la incertidumbre ocupaban un espacio emocional creciente, en constante lucha con su desarrollo espiritual. Pero el maestro le advertía con frecuencia, de la necesidad de superar las dualidades y él seguía férreamente sus indicaciones, su camino, dondequiera que hubiese que ir. 

Jalid no se sentía libre de abandonarlo en El Cairo y menos aún dejarlo marchar a donde el santo varón decidiera. La situación empeoró cuando semanas después de llegar a la ciudad del Nilo, les llegaron noticias de que la biblioteca de Qurtuba había sido destruida en medio de una espiral de violencia y caos político. Hakim nunca había prestado atención alguna a la compleja realidad social en la que vivía y aquella noticia le partió el alma en dos. Desde entonces su rostro se volvió pálido y sus ojos perdieron su característico brillo y vivacidad.  A pesar de que mantenía contacto epistolar con la familia y los amigos, cosa que le proporcionaba cierta tranquilidad, tuvo que soportar el saber de la muerte de algunos debido al tumulto y la violencia contra la biblioteca. Gracias a Dios, Ibn Arabi y Jalid estaban a su lado, y le daban fuerzas y orientación para no perder el control. Hakim estaba perdido. Su alma vagaba en pena, destruido por el horror incomprensible, y por más que buscaba sosiego espiritual o intelectual, su mente sufría de una melancolía y pérdida irreparables. En aquellas circunstancias, sintió terror y no supo si podría volver a Qurtuba o si quería continuar viajando con el sabio Ibn Arabi.

Un día que decidió perderse por los limites de El Cairo, acabó llegando a las grandes pirámides y a la Esfinge. Se quedó allí absorto. La mudez de la Esfinge le ayudó a recobrar el aliento. Su figura inescrutable le proporcionó alguna respuesta. Quizás el tiempo acabaría con todo al fin, y podría haber perdón y redención. No era el momento adecuado para sentir odio y un instinto asesino contra sus enemigos, pero ¿cuándo es adecuado sentir un odio desatado? 

Jalid percibió la amargura y los sentimientos encontrados de Hakim. Jalid tendría que reemprender su trabajo de investigador y marcharía a Bagdad muy pronto. Gracias a su influyente posición, le ayudó a encontrar trabajo en la biblioteca de El Cairo. Pero Hakím no se entregó a ello de la misma forma que antes. Su trabajo se volvió errático y la calidad de sus trabajos se resintió. Incluso su carácter se fue volviendo irritable y arisco hacia todos y todo. Tal fue su rabia que Jalid e incluso Ibn Arabi se marcharon de la ciudad sin poder despedirse de él, por temor a algún acto agresivo o a herirle al transmitirle la noticia de sus partidas. Se quedó solo, pero no se sintió abandonado. Sabía que fue él mismo el que había creado ésta situación. 

Al cabo de los años, llegó a sus oídos que un mago estaba reuniendo miles de libros en una isla perdida, llamada Alborani. De hecho, algunos capitanes de barcos que llegaban a El Cairo informaban de haber sido abordados por piratas de libros, en una zona marítima comprendida entre Al Andalus y el Magreb. La extraña historia de Alborani revivió su alma malicienta. Invirtió cada vez más esfuerzo en viajar de aquí y allá, visitando el puerto y hablando con todos los marinos que podía para averiguar más y más sobre ese misterioso lugar. Cuando tuvo un plan, ya había ahorrado suficiente dinero para dirigirse a la ignota isla, la cual lo llamaba como un poderoso imán. Decidió llegar hasta Milila, la ciudad portuaria más cercana a la isla y permanecer allí acechando a todo barco que arribase para poder así negociar una posible visita a la ansiada isla. Su corazón, emponzoñado por oscuros sentimientos fue recobrando cierta vitalidad, a pesar de volver a cambiar de ciudad y de ambiente. De nuevo se veía perdido entre ruidos, gritos y gentes extrañas. Muy alejado de las sagradas estancias plagadas de océanos de letras, donde él navegaba con maestría, ahora se perdía en mares procelosos que le provocaban terribles pesadillas.

Al fin, un barco capitaneado por un turco, llegó a la ciudad. Hakim conocía a todos los que podían contarle quién y cuándo había  atracado, de modo que pacientemente esperó al capitán y los marineros por los cafés, hasta poder crear un falso encuentro casual. Su estratagema le ayudó a desvelar al fin, el secreto fundamental que perseguía. El capitán llevaba provisiones regularmente a la isla y la defendía de los curiosos. Hakim le imploró que le llevase a ella. Le daría lo que quisiera. Le dijo que sería muy útil debido a sus conocimientos. El hombre llamado Turgut, se mantuvo muy cauto y le dijo que le daría una respuesta meses después de informar al sabio de la isla. No venían a Milila con frecuencia como era lógico. Los meses pasaron muy lentos, pero Hakim se mantuvo firme en su convicción de que su petición sería escuchada. 

Cuando al fin llegó el día, el turco apareció con una expresión enigmática. Se sentaron en un café frente al mar. Y muy serenamente, el hombre le dijo lo siguiente.

-Hakim, tengo que darte una respuesta como te prometí. Pero en realidad, la respuesta la tienes tú. Han ocurrido cosas horribles en Qurtuba hace unos años. Tienes la ocasión de reparar el daño hecho a la ciudad, si vuelves y recuperas algunos de los códices que no han sido destruidos. Así tendrás ocasión de abrazar una vez más a tu familia y ver a tus amigos. Si vuelves a Milila con los libros y te llevamos a Alborani, ya nunca más volverás a Al Andalus. Tienes que elegir. Piénsalo. Partimos en una semana. Te esperaré aquí mismo a la misma hora en siete días con tu decisión, para poder transmitírsela a Gibarian. Si decides ir a Qurtuba, te recogeremos aquí en el plazo de un año. 

-De acuerdo, nos veremos aquí en una semana, que Dios te bendiga, Turgut.

Hakim también se mostró hierático y reflexivo sin poder revelar un anticipo de su decisión. Se marchó con la mirada perdida. Atravesó la ciudad hasta llegar a su aposento y allí quedó durante siete días, pensando en qué le diría al capitán. 

lunes, octubre 30, 2023

El Escudero

El niño lo fue siguiendo durante varias leguas a una distancia prudencial. Parecía tener una fé ciega en que lo alcanzaría en un momento dado. De hecho, el perseguido no iba deprisa, pero él era solo un renacuajo. El caballero recorría el camino con su semental, embutido en su armadura, cargado de espadas y demás armamento militar, mientras que él, un pequeño gorrión descalzo y con solo unos harapos por ropaje, lo perseguía sigilosamente, como un duende de los bosques. 

El soldado había aparecido solo, por la aldea, llamando la atención de los niños inmediatamente. Iba cabizbajo y silencioso. Solo lo advirtieron gracias al bufar de su caballo y el choque de las herraduras contra el empedrado. La niebla lo dejó que se materializara allí en medio de la minúscula plaza, para asimismo desaparecer de igual modo tras abastecerse de algunas viandas. Pero el más pequeño de todo el pueblo no pudo sino seguirlo, sediento de curiosidad e hipnotizado por la poderosa figura de aquél gigante.

Dejaron atrás un apretado sotobosque tras el que se abrió un profundo valle. Al fondo estaba una abadía muy oscura, con una torre altísima en el centro de la misma. El niño estaba ya agotado, y se desvió al río para calmar su sed y aliviar sus piececitos. Para cuando reemprendió el camino, el gigante ya había llegado a la abadía. 

Los monjes lo recibieron en silencio y diligentemente. De alguna manera, debían  de estar  esperándolo. Se llevaron el corcel a las cuadras, mientras que él se dirigió a encontrarse con el abad. Algunos edificios estaban medio derruidos, incluyendo una iglesia antigua. El niño llegó mucho más tarde, y en medio de la oscuridad, casi a tientas, sólo pudo encontrar refugio allí, donde creyó que nadie podía verle. Al día siguiente, estaba muy débil, casi sin fuerzas. Estaba agazapado entre las ruinas, tiritando de frío. Cuando despertó se encontró en medio de una imagen sobrecogedora. El enorme soldado estaba rezando de rodillas frente al maltrecho altar. Las dos paredes que todavía sostenían un quebradizo techo era altísimas, y creaban un juego de luces fantasmagórico, que la bruma matutina no hizo sino enaltecer más aún. Parecía ensimismado en su meditación profunda, quizás recordando batallas o a una mujer a la que amó. Después de largo rato, aparecieron varios monjes, que avistaron al pequeño salvaje. Se lo echaron en los brazos, puesto que el chico estaba prácticamente sin aliento, muy demacrado y débil. Al llevarlo a la abadía, no pudo decir palabra alguna. Solo derramar unas lágrimas señalando al silencioso caballero que ahora se había girado hacia los monjes, dejando ver una cara barbuda, con una enorme cicatriz que le atravesaba la cara de un lado a otro. 

Los monjes lavaron y dieron un suculento desayuno al pequeño. También le dieron ropa nueva, aunque quizás algo más grande de lo debido. En ese momento comenzaron los cantos de maitines con bastante retraso debido a la inesperada aparición del niño. El caballero apareció en la abadía y escuchó junto al niño los cantos espirituales hasta que tras su conclusión, los monjes se retiraron hacia los huertos y zonas de trabajo para dar comienzo a las labores diarias. El eco de las voces todavía resonaban en lo alto de los infinitos arcos de piedra, cuando el abad y el guerrero hablaron en un lenguaje desconocido para el chico. El niño entendió de alguna manera, que el héroe reemprendería su viaje, y espontáneamente rompió a llorar en silencio. 

Él mismo se dio por derrotado y se marchó a casa sin decir adiós. Desecho y abandonado a su suerte, se entregó a su propia pena tratando de contener su llanto con gran esfuerzo. Al rato de caminar empezó a notar los sonidos secos de la cabalgadura y el golpeteo de los aceros. Sintió el poderoso aliento del caballo por encima de los hombros pero no quiso volverse. Al poco, el caballero ya estaba a su altura. De pronto sintió como si levitara, y se alzó hacia los cielos como por encanto. Cuando se dio cuenta, estaba montado delante del héroe, llevando las riendas del caballo. Dieron media vuelta y se adentraron en el infinito paisaje de las montañas nevadas que les llevarían a otro mundo. Sus almas se habían encontrado para proyectarse más allá de la imaginación y de los horizontes. Quién sabe cuántas aventuras correrían juntos. El pequeño mozalbete sonreía ahora hacia dentro, aprendiendo ya a vivir como un hombre.      


viernes, octubre 27, 2023

Gur

Domingo 25 de Mayo de 1681. Doce y Cuarto de la mañana, en un día brillante...el sol está todavía en el cénit dejando poca sombra en la ciudad. Pedro Calderón de la Barca, uno de los dramaturgos más importantes del Imperio, está en su lecho de muerte. El médico y un sacerdote abandonan la alcoba, y con él se queda a solas, un joven cura de su misma congregación, que el artista aceptó como pupilo hace sólo unos años. 

Pedro: -Voy a morir en seguida...no te vayas. Tengo algo importante que decirte. Ya me he despedido de todos, pero me quedas tú...

Gregorio: -No ha podido vuestra merced acabar con "La Divina Filotea"...si lo desea podría intentar  finalizar la obra...no sé si es eso lo que quiere decirme, perdóneme por mi vanidad...qué ridiculez acabo de proferir....lo siento mucho. -Se pone de rodillas frente al enfermo.

Pedro: -Gregorio, recuerdas mi obra "La Vida es Sueño"? 

Gregorio: -Por supuesto, ¿cómo no? es una de mis favoritas. Es una obra de  valor incalculable...reverendísimo padre...rezo por vos, que Dios lo acoja en su seno... -Sollozos-

Pedro: -Querido Gregorio, eres una promesa de la congregación y has aprendido conmigo el arte de la dramaturgia. Confío en tí todas mis ilusiones. Pero también quisiera contarte mis temores, antes de marcharme...que Dios me proteja...

Gregorio: -Estoy dispuesto a escucharle, padre, soy todo oídos, por favor...hábleme...despacio...

Pedro: -Con voz muy débil, casi inaudible ahora- Querido mío, quisiera confesarte que dicha obra fue  producto de un extraño sueño que tuve en la juventud...y que después se fue repitiendo de mil formas
diferentes...pensarás que estoy delirando...quizás lo estoy...pero necesito contarte ésta historia antes de reunirme con el Altísimo...

Gregorio: -Temblando de miedo- Por favor, está muy cansado, no tiene porqué, pero si es su deseo,         estoy aquí...

Pedro: -Turbado y con voz quebrada- Que Dios me perdone, pero de joven tuve ese sueño donde soñaba que mi vida era.... el sueño  de un gigante llamado Gur. El gigante era tan grande o más que éste mundo. Quizás para él, nuestro planeta no sea más que una idea salida de su cavernoso cerebro, y mis pensamientos no más que la breve historia de un personaje soñado por él mismo. Gur me ha perseguido durante  años en mis sueños, por las noches...contándome mi vida, adueñándose de ella...dictándome las historias que yo mismo cuento, mientras yo, como por encantamiento, le obedecí como un esclavo. Solo he contado al mundo lo que él me ha ido destilando, como si todo mi papel no hubiera sido más que el de un humilde escriba al dictado de un descomunal demonio de otro mundo...¡Qué horror! Nunca he osado preguntar a  nadie, si quizás Gur fuese la voz del Altísimo, o si quizás Gur fuera un ángel mandado por Él para probarme...he vivido entre la locura y la cordura desde entonces...con ésta ponzoña royendo mi corazón...Quizás sea un Genio maligno o el mismo Diablo, que ha jugado conmigo...ahora me siento traicionado por mi propia  ambición...Pero también creo que quizás sea todo un engaño de los sentidos, una paradoja de la inteligencia...solo que...poco a poco  y con los años he ido sintiendo con creciente fuerza, la sensación de vivir despierto cuando estoy soñando y dormir cuando estoy despierto, porque es sólo cuando estoy con Gur, cuando veo las cosas con más claridad. Su poder es inmenso y su visión de la humanidad es diáfana como la atmósfera tras la lluvia...no puedo respirar...todo se está volviendo oscuro...quizás Gur me lleve a los cielos...ya he vivido este momento antes...o lo he soñado...todo ya ocurrió, el tiempo es un absurdo...¡Jesús misericordiosoooo!....-Pedro cae hacia atrás con la boca y ojos abiertos, en posición decúbito supino.

Gregorio: -Señor...estoy confuso, no le entiendo muy bien. Perdóneme, quizás es un momento sagrado donde la fé le está poniendo a prueba. Aférrese al Señor...¡por favor se lo pido! -Junta sus manos desesperadamente y reza con los ojos muy cerrados-








martes, octubre 24, 2023

Culpad a Gilda, Chavales

La cantante vestía un extraño traje negro, algo anticuado que dejaba al descubierto los hombros. Se había desecho de unos guantes larguísimos mientras cantaba, y con ello y su cimbreante cintura, había hipnotizado a toda la audiencia. Porque sus brazos desnudos se habían transformado en piernas, y su boca...su boca se había tornado en otra cosa aún más inquietante. Tras la intervención, pareció perder los papeles y el dueño del local acabó dándole una tremenda bofetada, evitando la orgía que una marabunta de hombres en smoking trataban de materializar allí mismo. Todo era tan irreal. Tan sensual, que no podía tener nada que ver con su vida. Afortunadamente, algo le distrajo y se alejó de la televisión. 

Parece que el suelo tembló y todo el mundo quedó paralizado de terror. Él salió de la casa, olvidándose de todos los que estaban allí. Conforme se fue alejando de la ciudad que se rompía bajos sus pies, sus penas y confusión también se quedaron como ancladas allí, en la distancia. Iba tambaleándose al ritmo del seísmo, pero continuó andando hacia ninguna parte, sin miedo, sin memoria.

Ahora estaba perdido entre un profundo bosque de alcornoques. Conforme se adentraba en el corazón de la selva de corcho y las almohadas de hojas, el silencio se apoderó de su mente. Los árboles empezaron a mostrar su verdadera presencia. Su majestuosidad, les daba una particular resonancia. Él no sabía si quizás deliraba. Gilda se asomaba entre los claroscuros del sotobosque, allá al fondo. Sus brazos se movían a ritmo de una canción inexistente, y su cabello leonino afirmaba una feminidad rotunda. Quizás quería jugar al esconder.

El suelo era blando, como las nubes que poblaban la atmósfera. Le invitaba a continuar adentrándose más y más en lo desconocido. Siguió adelante, quizás persiguiendo a Gilda o alguna ninfa, que también quiso engañarlo.  Hasta que encontró un estanque. Y al lado del estanque un enorme y antiguo alcornoque. Tan alto que llegaba al infinito. Pensó que sería un lugar perfecto para colgarse del cuello. Pero al pensar en ello, el cielo se oscureció y el estanque frunció el ceño. El enorme árbol se quedó ahí, algo inquieto, sin saber qué hacer con sus grandes ramas como candelabros. Pasaron siglos, y vio pasar a otros hombres, que también quisieron colgarse desde los brazos del sagrado alcornoque. También vio pasar a muchas Gildas y a muchas ninfas. De hecho, pasaron muchos eones hasta que el estanque recobró su color original. Y al final, sus pensamientos le dejaron marchar. A través de las espesas copas, empezó a ver un claro y se dirigió a lo que podría ser una pradera. Pensó que no tenía sentido salir del bosque. Creyó que jamás volvería a ver a nadie, sintiendo una secreta euforia en su fuero interno. Pero al final encontró la claridad, la expansión de la luz y la desnudez de la tierra. Se sentó allí justo en el borde entre las torres arbóreas y la planicie durante horas, dejando que el firmamento descargara toda el agua dulce del mundo. La pradera se encharcó muy lentamente. Pero el hombre fue paciente. Se dio cuenta que las arenas de la pradera eran permeables y comprendió porqué allí en medio, los del pueblo habían construido un pozo. Sí, en medio de la nada. Ahora tenía sentido. En efecto, tras la lluvia vino el sol y tras el sol desapareció el enorme charco, que fue tragado sin prisas por las arenas de la pradera, como por arte de magia. Tras disfrutar del espectáculo tomó dirección sur y desapareció entre las colinas, dejando atrás el hermoso y oscuro bosque de alcornoques. Desde la altura quiso mirar por última vez a la linde de aquel océano verde y pudo otear la figura negra de Gilda, reclamándolo sin éxito. 

Siguió hasta caer exhausto, recordando de pronto de dónde venía. Supo que no era libre. Y se sintió presa de sus recuerdos, de sus obligaciones. Se sintió cargado de identidades y armaduras, trajes, gafas y corbatas. Al menos pudo escapar a otra dimensión gracias al terremoto. Había que culpar a Gilda de todo. Ella lo amaba, ella deseaba asumir toda la culpa. Lo alejó de su mundo. Lo irreal quiso saltar desde el vacío tubo de rayos catódicos hasta alcanzarlo y darle de lleno en su hipotálamo. Quién sabe cuando volverá a ser la víctima de los terremotos pélvicos de Gilda.  

domingo, julio 23, 2023

Aguasanta

Su hijo llegó a casa como siempre. A la hora que quiso y sin avisar. Pero también, acompañado por aspavientos y una voz atronadora, para así dejar claro que ella estaba en deuda, el mundo estaba en deuda con él. Y por eso podría hacer y deshacer a su voluntad, porque estaba lleno de ira y de reproches, y alguien tenía que absorver toda aquella retahíla de mentiras en pos de curar unos traumas que más que dolor para él, le generaban dividendos y derechos inalienables. Hoy Aguasanta no quiso callar y le respondió con calma. No se puso a su nivel. Su voz fue firme, sosegada, racional. El joven quedó sorprendido, quizás perplejo. Esa forma de hablar era nueva. Le comentó que no estaba bien que apareciera a la hora que le diera la gana, pero que si eso sucedía tenía que asumir ciertas responsabilidades. Eran cerca de las ocho de la tarde, así que si deseaba almorzar o cenar o cualquier cosa parecida, iba a tener que preparar él mismo la comida. Se marchó del salón muy tranquila hacia su dormitorio. El otro se quedó allí parado, maquinando una respuesta contundente contra la madre, pero con tanta dificultad que tuvo que darse más tiempo de lo acostumbrado antes de bramar como un descosido.


Se dio un poco de maquillaje y eligió ropa que hacía siglos que no se atrevía a llevar puesta. Cogió las llaves del coche y su móvil y se marchó sin dar más explicaciones, igual que lo hacía el golfo de su hijo. La prisión de menores, o mejor dicho, el centro de internamiento, lo había vuelto más atrevido y seguro de si mismo. Nada de arrepentimientos ni de promesas de cambio, sino todo lo contrario. Mientras meditaba sobre él, se dio cuenta que su mente había empezado a narrar su tragedia familiar de forma diferente. El psicólogo de la seguridad social le había dicho algo sobre sí misma que no conocía o a lo mejor había olvidado. Para variar, se había permitido dejar de engañarse, estaba llamando a las cosas por su nombre. Era el momento para tomar decisiones basadas en sus necesidades.


Era sábado por la tarde y el ayuntamiento de San Roque cerraba el festival de flamenco de verano con un recital donde el elenco era de mucha categoría. Entre los artistas se encontraba la Terremoto, Manuel de la Tomasa y Fernando Canela entre otros. Fue sola, porque no tenia amigos. Pudo aparcar cerca de la plaza de Toros sin problema. Hacía mucho más fresco que los días anteriores y el paisaje despejado del pueblo le subió el ánimo. Todo estaba muy limpio, los jardines muy verdes y la calle tranquila. Tenía tiempo de sobra así que se fue al casco antiguo y se tomó una cerveza y una tapa en el Depor, en la calle General Lacy, no muy lejos del museo de San Roque. Se permitió percatarse de las miradas y gestos dirigidos hacia ella de hombres y mujeres. Para su propia sorpresa, percibió que existía para los demás, y se sintió muy bien. Incluso cuando volvió hacia la plaza de Toros fue bamboleando las caderas, como cuando era más joven.


La gente fue llegando poco a poco a la plaza. Todo estaba dispuesto, incluso había un ambigú ya lleno de gente, donde una docena de camareros despachaban a diestro y siniestro pinchitos y cervezas. Se colocó muy cerca del escenario porque todavía era temprano. Había niños y mayores, como corresponde a un evento cultural andaluz, y por tanto la atmósfera era festiva. Aunque los artistas comenzaron algo tarde, todo el mundo se mostró paciente. Ella disfrutaba de su soledad como nunca antes. En cuanto empezó el cante, se dejó llevar por la música. Las voces masculinas la envolvieron, con las palmas y las guitarras de fondo, marcando el compás. Las figuras en el escenario eran constantemente dibujadas bajo la luz cambiante de los focos. El humo atmosférico trazaba infinitas fractales al ritmo de los láseres y el cante destilaba un néctar nuevo a cada estrofa, una ilusión y una sorpresa tras cada rima acertada, tras cada quejido amoroso. Cuando la Terremoto irrumpió en el escenario, Agusanta estaba sumergida en un océano de emociones que había redescubierto sin desearlo. 


Aprovechando un breve descanso se dirigió al ambigú para comprobar en las distancias cortas, el efecto de sus curvas y el color de su piel en los hombres que pedían en la barra. A través del lenguaje corporal de su improvisada audiencia, se permitió sentir que su cutis era de melocotón y sus ojos eras castañas enormes y brillantes.


Fue una noche maravillosa, y como toda Cenicienta, ella sabía que tenía que terminar por donde había empezado. Así que al llegar al barrio su carroza se convirtió en un Peugeot 205 con mil abolladuras y la reina de la fiesta se transformó en una madre abusada. De hecho, el muchacho la estaba esperando.


-¿Qué horas son éstas? ¡Pareces una puta!...Ella no tenía ganas de discutir. Solo de seguir sintiendo un poco más aquella nube de magia, una nube redonda, como una plaza de Toros. Como no le hizo caso, se puso cada vez más gallito hasta que le de dio un puñetazo en el hombro y después la empujó con mucha fuerza. Aguasanta se cayó y se golpeó la cara contra la mesa de cristal. En lugar de alimentar la pelea, se sacó el movil y mientras se dirigió a su cuarto llamó a los nacionales sin pestañear, tal y como le dijo el psicólogo. No se limpió, ni trató de disimular los golpes como había sucedido decenas de veces. Hoy no. La policía se llevó al hijo y ella se acostó con la boca con sabor a sangre y a triunfo. 

sábado, julio 01, 2023

La Doma y la Bestia

 


Prefiero confesar el trasfondo de esta historia desde un principio. Estoy aterrado, vivo con un constante temor. Quizás lo sé todo y no debería. Lo mejor para una persona es vivir y afrontar su presente sin mayor preocupación que resolver aquello que tiene literalmente entre manos. Yo nunca fui así. Al contrario, siempre he vivido el pasado, el futuro y lo peor de todo, he sufrido las más oscuras fantasías propias y ajenas como si fuesen latigazos autoinflingidos. Por eso tengo alma de escritor. El reguero de tinta que discurre con esta narración me lleva finalmente a un sentimiento ambivalente de culpa y odio. Sigue el reguero.


Anoche iba a ser mi último día de Feria. Una Feria que no he ansiado, igual que todo lo bueno que me rodea. Estar aquí es un esfuerzo, respirar un suplicio. Ahora que la vida me guiña un ojo, resulta que mis deseos se jubilaron anticipadamente. De hecho, dejo pasar lo que acontece con desdén, una y otra vez. Espero que todos me perdonen.


Al llegar al Real, me situé una vez más como buen sevillano, en un escenario potencialmente peligroso. Con desconfianza había atravesado las calles de los Remedios, al atardecer ya oscuras pero atiborradas de feriantes que como nerviosas hormigas iban sedientas de manzanilla y baile en dirección a sus casetas. Reconocí una vez más el escenario ferial, saturado de polvo y magia. Las luces de los farolillos y las mujeres enjaezadas en sus faralaes me hipnotizaban a mi pesar. Yo solo buscaba el origen de una amenaza. Al adentrarme entre los límites entre la Calle del Infierno y la ciudad de lona construida para el placer, pude reconocer varias furgonetas azules de la polícia que maniobraban para tomar posiciones. Su presencia me reconfortó. De hecho, me acerqué hacia ellas, para permitir que la cercanía de los uniformes me inyectaran un tranquilizante de corta duración. Disfruté de los ademanes y la autoridad de los uniformados. Incluso me sentí afortunado de poder ayudar a un agente que se había colocado mal su chaqueta. Su respuesta agradecida y masculina reverberó adecuadamente hasta activar la memoria de mi padre, un policía de pro.


Conforme avanzaba, me fui aproximando a Pascual Márquez, comprobando los movimientos de los hombres, sintiendo temor por ocasionales griteríos y potenciales amenazas sobre todo de muchachos jóvenes demasiado afectados por el alcohol y sobre todo ahogados en su propio Ego supurante. No ocurrió nada malo. Llegué hasta la caseta y saludé al guarda. Un hombre recio, aunque muy pequeño. Su estoicismo y bondad brotaba de su mirada seca, como el esparto. Le pregunté cómo le había ido el día y me dijo que se había desmayado del calor. Me dolió escuchar su relato sosegado, admitiendo sin rabia que la compañía de seguridad no permitía llevar calado un sombrero bajo el sol de justicia que había castigado la Feria toda la semana. Agradecido por compartir su dolor sereno, avancé hacia el interior de la caseta y paso a paso fui saludando a los feriantes todas caras conocidas, ninguna amiga. 


Mi mujer y mi hija me esperaban dentro. Llevaban todo el día festejando la vida. Pacientes y dulces me recibieron con vino y gambas. Me relajé comprobando que aquello no estaba atestado y me podía sentar donde quisiera. Elegí un ángulo visual hacia el exterior, con la espalda pegada a la pared. Me actualizaron sobre las incidencias del día, regalándome sonrisas y anécdotas sobre sus bailes que narraban como si acabaran de hacer la primera comunión. Querían arrancarme una sonrisa y les fui permitiendo que lo hicieran, mientras miraba el reloj de vez en cuando, ansiando volver a casa. Fueron pelando la amargura de mi psique, hasta ir dejando al aire un Yo algo menos paranoico. La niña se marchó con sus amigas a la Calle del Infierno, acompañadas por un adulto. Eso me hizo sentir menos preocupado, pero el estómago me daba punzadas. Un poco más tarde llegaron nuestros amigos de siempre, con los que nos tomamos vino y jamón, y nos hicimos fotos, mientras compartíamos nuestra perplejidad al comprobar que la vida avanza, los hijos maduran, mientras nosotros nos resistimos en vano a experimentar ese proceso del cual empezamos a estar más que hartos. En realidad, todo el mundo está perplejo en su interior, sólo pudiendo reconocer dicha perplejidad en soledad. Estamos viviendo un mundo sin tiempo, donde cada instante está ocurriendo a la vez que el otro o el de más allá. Nuestra niñez, está ahí en esa esquina, mientras que la adolescencia se encuentra al lado, cerca de la caseta, y la adultez, canosa, está sentada mirándolo todo con cara de desahucio. Con ello, la velada transcurrió dentro de lo razonable, con idas y venidas a varias casetas. Saludando a mucha gente, recibiendo miradas y guardándome el deseo en los bolsillos, como billetes de autobús arrugados que nunca podrán llevar a ningún sitio. Supongo que debo ser atractivo, pero ya es algo inútil. A pesar de todo, guardo a buen recaudo cada mirada, cada deseo, porque me hacen daño aunque también, por si acaso. El pecado me castiga, igual que el peligro. Soy un acumulador de dolor, que se arrastra por doquier absorbiéndolo como si fuera ectoplasma. Pero soy un pecador, como buen cristiano. Por tanto, hay que mantener toda la radioactividad a buen recaudo, como fuera alpechín. Para que no contamine las limpias aguas de la vida en sociedad.


La noche siguió avanzando y como es lógico hubo que seguir bebiendo y bailando. Algunos visitantes e invitados renovaron la sangre de la caseta, y también causaron controversia. Una gitana muy morena bailaba como una loca, cazando miradas, lanzando embrujos, hasta que su gitano se enfadó lo suficiente, que no fue mucho, porque iba muy aliñado de fino y de otros productos químicos y moléculas importadas de Colombia. El hombre me propinó una torta con la mano izquierda cosa que me sorprendió y también me agradó mucho. Fue como hacerme un enorme favor. Me sacó de un solo golpe toda la neurosis que tenía acumulada durante años en las venas, y dejó espacio para que la escasa testosterona que me quedaba brotara sin freno. Es de agradecer y también es un fenómeno paradójico que un drogata me curase de mi enfermedad mental a base de bofetadas. Aquella torta generosa como el beso de una madre, la disfruté a fondo. El infinito de mi pensamiento pudo analizarlo todo hasta la saciedad, y aunque fuesen milisegundos después cuando le lancé un directo de izquierda, en realidad todo ya había sucedido. El gitano se había labrado una noche truncada por él mismo, aunque fuera veinte años más joven que yo. Me propinó una patada muy original, debido a que también fue con la zurda, tras lo cual recibió cuatro o cinco ganchos que fueron un disfrute mayúsculo. Debí de reventarle los dientes y la nariz, pero para mí fue como cortar un cinco jotas, o servirme un exquisito paté de hígado de pato. Parece que entre los golpes, otros carcamales y jóvenes se unieron a la pelea, puesto que vi sillas y mesas volar por doquier. Las mujeres salieron a fuera corriendo y tras esto, vi a los hombres salir propulsados de un lado a otro por empujones y golpes titánicos, como si Neo o Morfeo estuviesen golpeando a varios malvados agentes de Matrix. De hecho, las paredes se rompían y caíamos a otra caseta y otra y otra. Rompíamos todo lo que había, sin respetar nada, ni las mesas repletas de jamón y catavinos. Al final cientos, miles de sevillanos se unieron a nuestra pelea, sacando lo mejor de nosotros mismos. Toda la Feria sucumbió al dios ancestral con fauces de acero, y tras la prueba, el miedo fue borrado de la faz de los hombres. Al fondo, las flamencas, en el albero, lloraban y gritaban, pero era un coro griego, necesario en toda tragedia.


Cuando aquello terminó, mis puños tenían el tamaño de guantes de boxeador, y mi corazón latía con plenitud, mi alma estaba limpia, serena. Conocí al fin la verdad tras el miedo. La paz de la guerra y el perdón después de la paranoia. La sangre bendecía nuestras caras y cuerpos. Todos estaban cansados e indiferentes ante la policía. Cuando llegaron todo el mundo parecían haber recibido una dosis masiva y colectiva de haloperidol. Eso son los milagros de la lucha, desconocidos para mí hasta ese momento. De hecho, seguimos bebiendo incluso, con risas rotas, pero risas al fín y al cabo. La destrucción dio paso a una emigración pacífica al barrio de Los Remedios a comer jeringos con chocolate con sabor sanguinolento. Los hombres me siguieron ciegamente, como indios inspirados por un Gandhi de la guerra. Dormí como nunca, con el pecho henchido, orgulloso de la sevillanía y el círculo de preguntas y respuestas sin fin, se cerró finalmente. El miedo quiso domar mi vida pero una bestia me salvó.